Monkton el loco (Mad Monkton)
Wilkie Collins
Eneida
107 páginas | 1856
Ha llegado hasta nosotros una leyenda sobre un crimen cometido en el pasado por dos de los Monkton, parientes cercanos, del que se supone data la primera aparición de la demencia, pero es innecesario que escandalice a nadie repitiéndola. Baste decir que, a intervalos regulares, casi toda forma de locura apareció en la familia, siendo la monomanía la manifestación más frecuente de la enfermedad. (...)(...) De todos los «locos Monkton», como solían denominarlos en Inglaterra, Alfred era el peor.
Hallábame yo el otro día sumida en mis cavilaciones en la vieja abadía de mi familia, al norte de Inglaterra, cuando llegué a un claro en el que nunca había puesto mis pasos. El interés que sentí fue, claro está, inmediato, y recorrí con la mirada el lugar al que me habían llevado mis pasos. Cuál fue mi sorpresa al encontrar algo que rompía desde luego la atmósfera natural y perfecta que moraba en aquel lugar: un pergamino que, apoyado sobre una roca, aguardaba a su lector. Como ya es sabido -creo haberlo mencionado en alguna de mis cartas- soy una ávida devoradora de novelas y novelitas, con lo cual no dudé en coger aquella nota disonante para llevarla a casa y desvelar su contenido con tranquilidad. Aquella misma noche, en mi salón, comencé a leer aquel manuscrito, para encontrarme con -oh, aún me estremezco al pensar en ello- la terrible y, por lo que parece, real historia de la familia Monkton. Sí, aquella familia conocida en toda Inglaterra por sufrir el estigma de la locura, aquella cuyo último miembro… pero no quiero anticiparme. Aquella que se creía una leyenda. Me he encargado del manuscrito; ahora todos podrán leerlo. Pero antes quería compartir mis pensamientos cuando yo (la primera persona en posar sus ojos sobre él, imagino) devoré sus páginas y pasé la noche en su historia.
He de decir que la historia me subyugó desde el primer momento. El escritor -que me temo utiliza un pseudónimo, ya que en la parte final me he encontrado con su verdadero nombre, “Wilkie Collins”, autor contemporáneo de Dickens y amigo del mismo- se presenta a él, y a su vecino, de una manera encantadora, inquietante. En las primeras páginas tan solo conoceremos una visión sesgada de la historia, breves informaciones acerca del estado del joven Monkton, su historia, sus porqués. ¡Maravilloso, de veras! El corazón me palpitaba al conocer más y más, a medida que avanzaba en la lectura, acerca de la terrible leyenda que envolvía a la familia y que se había focalizado en Alfred, su último vástago. Pero eso era solo el inicio, porque enseguida comenzamos a saber más y más, hasta descubrir -¡al fin!- la verdad sobre el tema... qué impresión, qué terrible. Me estremecí gracias a una excelente pluma que en pocas páginas consiguió trasladarme a un pasado y un lugar, Napoles, lejanos. Acostumbrada como estoy a las novelas grandes y densas, la delicia de un relato largo como este, de un centenar de páginas, no deja de sorprenderme. Cuando nos vamos acercando al fin de la historia, un final que no suena precipitado, ni lejano, sino que cae suavemente cuando ha de hacerlo, experimentamos dos sensaciones: una de tristeza, porque quizás no es el final que esperábamos; y una de satisfacción, porque así y todo ha resultado una lectura extremadamente interesante y original que nos ha mantenido entretenidos durante un par de horas. Lo cierto es que hasta que no se apagó el fuego de la chimenea no fui capaz de despegar los ojos de la novelita, que tan bien sabe atrapar entre sus garras al lector.
Así que sinceramente espero que alguno de aquellos que se cuentan entre mi correspondencia algún día en sus andares literarios se encuentre con este Monkton el loco y decida llevárselo a casa y leerlo, en recuerdo de esa que hoy escribe. Pues esta pequeña historia, entretenida, muy interesante y con una idea que te deja el corazón palpitando a más no poder, es en mi humilde opinión la apuesta perfecta para las tardes de ocio del invierno frente a un buen fuego crepitante y una taza de té humeante. No dispongo de mi ejemplar de la novela ahora mismo, así que no puedo poner a vuestra disposición alguna cita que os llegue al alma y os llene de inquietud acerca de la verdadera locura de Monkton, así que tendréis que confiar en vuestra vieja amiga. Yo por lo pronto ya me he hecho con más novelas de Wilkie Collins -quien ya me enamoró en su momento con La dama de blanco y que lo hará de nuevo próximamente con La piedra lunar, me atrevería a afirmar-. Leedlo, y disfrutadlo, y una vez hecho esto, no dudéis en escribirme de vuelta para contarme vuestra experiencia con el libro. Recibiré con regocijo noticias vuestras.
Saludos cordiales, Miss Sasy Gould.
Saludos cordiales, Miss Sasy Gould.
No termina de llamarme del todo..
ResponderEliminarNo habia oido de él, pero ya me guardo la portada :D
ResponderEliminarEl pobre Collins tuvo que vivir a la sombra de su amigo Dickens durante toda su carrera. Debería ser más conocido. Yo leí esta historia hace unos años y me encantó.
ResponderEliminarUn saludo